ESPÍRITU DE FORTALEZA EN MARÍA


Dos tipos fundamentales de fortaleza aparecen en María: el heroísmo de la fidelidad absoluta a los más humildes deberes cotidianos y el heroísmo de las grandes acciones.
La "Virgen fiel" no dejó de cumplir nunca ni el más mínimo deber inherente a su estado. Jamás cometió la menor falta moral la Madre de Dios.
En ella, todo ocurría por dentro, en las honduras de su unión con todo el misterio de Cristo.
Las pruebas exteriores que padeció en su vida, aparentemente igual que la de cualquier otra mujer, no son sino débiles indicios, sin proporción con el drama espiritual que se desarrollaba incesantemente en su corazón.
Jamás murmuró María, ni se mostró indecisa y perpleja: la Virgen del "hágase" estaba siempre dispuesta a cumplir la voluntad de Dios, sin rehusarle nada. Fiel en todo, hasta la menor tilde, se adhería con invencible firmeza al querer divino, vislumbrándolo en la fe.

El Calvario fue la respuesta más heroica de su corazón de Madre, en la ofrenda total, sin reservas, de su Hijo amadísimo , como rescate por todos los pecados de los hombres, sin aspavientos de dolor, sin debilidades, con la valentía y el gozo de un sacrificio salvador, síntesis sublime de la fortaleza cristiana, que hizo de ella, bajo la acción del Espíritu Santo, la "Reina de los mártires".

El Gólgota ha quedado en la historia de los hombres, como la manifestación suprema del Espíritu de fortaleza que animaba a Cristo y a su Madre, como el signo de un inmenso amor redentor que se alberga también, a imitación suya, en las almas de los santos.

Fuente: Los Dones del Espíritu Santo (M.M. Philipon)




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